¿Qué es una secta?
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El Gnosticismo como clave del Secreto Masónico :
Acabo de indicar que en el seno de los «collegia» romanos, tanto del Imperio occidental como del oriental el cristianismo sustituyó al paganismo en los aspectos religiosos tan importantes en esas asociaciones, que habían sido inicialmente sacerdotales en el mundo antiguo y luego, al secularizarse, no perdieron su vinculación religiosa. Pero también hemos visto cómo la penetración del cristianismo en la sociedad del Imperio, que al principio se consiguió por el ejemplo de amor mutuo y la siembra de mártires, después de Constantino se precipitó como imposición imperial, tan implacable que Teodosio hubo de sufrir duras admoniciones del episcopado por utilizar la coacción y la represión contra los paganos que se resistían a asumir la nueva religión oficial cristiana. El paganismo no se atrincheraba solamente en los campos (pagus, aldea, de donde le viene el nombre) sino que seguían aferrados a él muchos habitantes de las ciudades, sobre todo en el Oriente, donde se produjo una tremenda confusión entre las tradiciones paganas, la nueva e impetuosa corriente cristiana y la pervivencia de las antiguas sectas mistéricas, esotéricas y mágicas; de esta confusión brotaron sincretismos muy diversos que en algunos casos consistían en disfraces cristianos del paganismo y el esoterismo. La creencia sincrética más importante en Alejandría y otros centros del Oriente romano (Palestina, Siria, Mesopotamia, Asia Menor) fue precisamente la gnosis, que junto a esas tendencias religiosas mezclaba tradiciones de pensamiento pitagórico y neoplatónico.
Gnosis conocimiento profundo se contraponía orgullosamente a «doxa», opinión o conocimiento vulgar y superficial. El gnosticismo nace con la expansión del cristianismo y consiste esencialmente en una máscara cristiana del paganismo; en un intento de perpetuar al paganismo dentro del cristianismo. En Persia el gnosticismo hará una nueva síntesis con la dogmática tradicional de la región que equiparaba el bien y el mal, la luz y las tinieblas como principios equivalentes y hostiles; este gnosticismo persa dará origen al maniqueismo que refluirá pronto sobre el Oriente y el Occidente cristiano. Los gnósticos reforzarán así su creencia en un dios bueno, cada vez más remoto e inalcanzable e inoperante y un dios malo o demiurgo, creador del mal y del mundo esencialmente malo. Del neoplatonismo tomaron los gnósticos las tendencias colectivistas y totalitarias de Platón como eugenesia y eutanasia; el culto a la homosexualidad y la aniquilación de la familia por la propiedad común de los hijos; del neopitagorismo la interpretación numérica del cosmos y del destino humano. Cristo, los ángeles y los demonios eran para los gnósticos seres intermedios entre el dios bueno y el malo, eones que influyen de diversa manera en los torcidos caminos del hombre; pero la figura de Cristo queda muy disminuida y marginada en el gnosticismo. El texto gnóstico más difundido es la doctrina expresada en los libros de Hermes, o pseudo Hermes Trismegisto, donde se trasluce claramente la confusión paganizante que caracteriza a las sectas gnósticas.
El gnosticismo, que se presentaba como una sabiduría secreta y superior a las vulgaridades cristianas, influyó extensamente en el espíritu religioso de los «collegia» de constructores que sobrevivían en el Imperio romano de Oriente y transmitían sus saberes a los constructores de Occidente en dos etapas; durante la Edad Antigua, desde sus bases en los territorios bizantinos; y en la plenitud de la Edad Media, cuando entraron en contacto con los cruzados.
En mi opinión el libro más profundo que jamás se haya escrito sobre la Masonería, dentro o fuera de la Masonería es, por motivos que explicaré en la tercera parte, es el de Walton Hannah, pastor anglicano convertido al catolicismo, Darkness visible (Devon, Augustine Press, 1952). Por eso me golpeó como una inspiración la frase de Hannah «Freemasonry was Gnosis» (op. cit. p. 1) y su explicación por la que extiende el gnosticismo a la Masonería actual: «La intención clara de los trabajos masónicos es ofrecer un sistema simbólico y alegórico para la formación del carácter y de la moral basado en modelos paganos que no puedan chocar y por eso puedan convertirse en la base de una creencia en cualquier religión respetada, y así posibilitar la oración y el culto a un Altísimo que pueda equipararse a cualquier deidad»
Aunque Hannah no lo cita, esta identificación moderna (y antigua) de la Masonería con el paganismo es la clave de la repulsa antimasónica expresada por el Papa León XIII en su explicación sobre el mal radical de la masonería: «Querer destruir la religión y la Iglesia, fundada y conservada perpetuamente por el mismo Dios y resucitar después de diecicocho siglos la moral y la doctrina del paganismo, es necedad insigne e impiedad temeraria». Por cierto que el jesuita masómano Ferrer Benimeli, postrado habitualmente ante la «oscuridad visible», no analiza jamás en sus obras este carácter esencial pagano y gnóstico de la Masonería, ni cita en su extensa Bibliografía de la Masonería (Madrid, Fundación Universitaria Española, 1977) al libro esencialisimo de Walton Hannah, que llevaba ya muchas ediciones al aparecer el recuento bibliográfico de Ferrer.
El origen y la raíz gnóstica de la Masonería, que cada vez veo más claro como segundo secreto o secreto histórico del Arte, ha obtenido el reconocimiento de los propios autores masones más solventes. Lennhoff cita de forma expresa la tradición masónica de Hermes Trismegisto y la de Pitágoras precisamente en relación con el secreto histórico y resalta la figura de Hermes. Poco más adelante apunta entre las raíces masónicas el esoterismo de los cultos a Osiris (un tema predilecto de los gnósticos) y el influjo de los neoplatónicos del Renacimiento, que en mi opinión integran una de las recurrencias gnósticas que aparecen a lo largo de la Historia. Al principio de su libro Lennhoff se adhiere a varios autores masónicos que insisten en la tesis gnóstica de que sólo un iniciado puede comprender el secreto de la revelación. Y cuando trata de refutar la teoría del abate Barruel sobre la recurrencia gnóstica aplicada a la Masonería, Paul Naudon no tiene más remedio que expresar su oposición con un cierto regusto de reconocimiento. Porque ese rechazo se debe a la insistencia del ilustre autor en subrayar el carácter cristiano de la masonería operativa en el Bajo Imperio; donde por desgracia el cristianismo de los «collegia», sobre todo en Oriente, me parece muy seriamente contaminado de gnosticismo y a la larga la historia masónica mostrará que ha sido el gnosticismo y no el cristianismo quien ha terminado por imponerse en la entraña de la Masonería.
LA GNOSIS Y LA FRANCMASONERIA RENE GUENON LA GNOSIS Y LA FRANCMASONERIA ( * )
"La Gnosis, ha dicho el M\ Il\ H\ Albert Pike, es la esencia y el meollo de la Francmasonería". Por Gnosis, debemos entender aquí ese Conocimiento tradicional que constituye el fondo común de todas las iniciaciones, cuyas doctrinas y símbolos se han transmitido, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, a través de todas las Fraternidades secretas cuya extensa cadena jamás ha sido interrumpida. Toda doctrina esotérica puede únicamente transmitirse por medio de una iniciación y cada iniciación incluye necesariamente varias fases sucesivas, a las cuales corresponden otros tantos grados diferentes. Tales grados y fases pueden ser reducidos, en última instancia, siempre a tres; podemos considerar que marcan las tres edades del iniciado, o las tres épocas de su educación y caracterizarlas respectivamente con estas tres palabras: nacer, crecer, producir. A este respecto, el H\Oswald Wirth escribió: "La iniciación masónica tiene como objetivo luminar a los hombres, a fin de enseñarles a trabajar útilmente, en plena conformidad con las finalidades mismas de su existencia. Ahora bien, para iluminar a los hombres, en primer lugar se hace necesario liberarlos de todo lo que puede impedirles ver la Luz. Esto se logra sometiéndolos a ciertas purificaciones, destinadas a eliminar las escorias heterogéneas, causales de la opacidad de aquellas envolturas que sirven como cortezas protectoras del núcleo espiritual humano. Cuando las mismas se vuelven cristalinas, su perfecta transparencia deja penetrar los rayos de la Luz exterior hasta el centro consciente del iniciado. Todo su ser, entonces, se satura progresivamente, hasta llegar a convertirse en un Iluminado, en el sentido más elevado de la palabra, vale decir un Adepto, transformado ya en un foco irradiante de Luz. "Consecuentemente, la iniciación masónica conlleva tres fases distintas, consagradas sucesivamente al descubrimiento, a la asimilación y a la propagación de la Luz. Estas fases están representadas por los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, que corresponden a la triple misión de los masones, que consiste en buscar primero, para poseer después y, finalmente, poder difundir la Luz. "El número de estos grados es inamovible: no podría haber ni más ni menos que tres. La invención de los distintos sistemas llamados de altos grados descansa sobre un error, que llevó a confundir los grados iniciáticos, estrictamente limitados a tres, con los estados transitorios de la iniciación, cuya multiplicidad es necesariamente indefinida. "Los grados iniciáticos corresponden al triple programa perseguido por la iniciación masónica. Esotéricamente, aportan una solución a las tres cuestiones del enigma de la Esfinge: ¿de dónde provenimos? ¿qué somos? ¿a dónde vamos?, y con ello responden a todo cuanto puede interesar al hombre. Son inmutables en sus caracteres fundamentales y conforman en su trinidad un todo acabado, al que nada se puede quitar ni agregar: los grados de Aprendiz y de Compañero son los dos pilares que sostienen a la Maestría. "En cuanto a los estados transitorios de la iniciación, ellos permiten al iniciado penetrar más o menos profundamente en el esoterismo de cada grado; de aquí resulta un número indefinido de maneras distintas de tomar posesión de los tres grados de Aprendiz, de Compañero y de Maestro. Puede poseerse sólo la forma exterior, la letra y no la comprensión; en Masonería, como en todas partes, hay, bajo este aspecto, muchos llamados y pocos elegidos, ya que solamente a los verdaderos iniciados les está dado aferrar el espíritu íntimo de los grados iniciáticos. No todos llegan, por otra parte, con igual éxito; muy a menudo apenas logran superar la ignorancia esotérica, sin marchar de manera decidida hacia el Conocimiento integral, hacia la Gnosis perfecta. "Esta última, representada en la Masonería por la letra G\ de la Estrella Flamígera, se aplica simultáneamente al programa de búsqueda intelectual y de entrenamiento moral de los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro. Con el Aprendizaje, busca penetrar el misterio del origen de las cosas; con el Compañerismo, descubre el secreto de la naturaleza del hombre, y revela, con la Maestría, los arcanos del destino futuro de los seres. Enseña, además, al Aprendiz a potenciar al máximo sus propias fuerzas; muestra al Compañero como captar las fuerzas del medio ambiente y enseña al Maestro a regir soberanamente sobre la naturaleza obediente al cetro de su inteligencia. No hay que olvidar, en efecto, que la iniciación masónica se remonta al Gran Arte, al Arte Sacerdotal y Real de los antiguos iniciados" ( 1 ). Sin querer entrar en la compleja cuestión de los orígenes históricos de la Masonería, recordaremos tan solo que la Masonería moderna, tal como se la conoce actualmente, deriva de una fusión parcial de los Rosa–Cruces, quienes habían conservado la doctrina gnóstica desde la edad media, con las antiguas corporaciones de Masones Constructores, cuyas herramientas, por lo demás, ya habían sido empleadas como símbolos por los filósofos herméticos, tal como puede verse, en particular, en una figura de Basilio Valentín ( 2 ). Pero, dejando por el momento de lado el punto de vista restringido del Gnosticismo, por nuestra parte haremos hincapié en el hecho de que la iniciación masónica, como toda iniciación, tiene como fin la conquista del Conocimiento integral, que es la Gnosis en el verdadero sentido de la palabra. Podemos decir que es este Conocimiento mismo lo que, hablando con propiedad, constituye realmente el secreto masónico y por esta razón dicho secreto resulta esencialmente incomunicable. Para concluir y a fin de evitar cualquier malentendido, agregaremos que, para nosotros, la Masonería no puede ni debe sujetarse a ninguna opinión filosófica particular, que ella no es más espiritualista que materialista, ni tampoco más deísta que atea o panteísta, en el sentido que habitualmente se atribuye a estas diversas denominaciones, puesto que ella debe ser pura y simplemente la Masonería. Cada uno de sus miembros, al entrar en el Templo, debe despojarse de su personalidad profana y hacer abstracción de cuanto sea extraño a los principios fundamentales de la Masonería, principios a cuyo alrededor todos debieran unirse para trabajar en común en la Gran Obra de la Construcción universal.
Traducción: Franco Peregrino. http://apologeticahttp://apologetica.galeon.com/aficiones1545960.html.galeon.com/aficiones1545960.html |