miércoles, 6 de octubre de 2010

LAS RAÍCES MASÓNICAS DEL NAZISMO IV

                    
Los orígenes del partido nazi están íntimamente relacionados con varias sociedades secretas masónicas, racistas que surgieron a comienzos del siglo XX. Entre sus miembros se encontraban personajes vinculados al ocultismo, la masonería y la teosofía. ¿Hasta que punto influyeron estas ideas esotéricas en el partido de Hitler?

A finales de 1933, un curioso per­sonaje llamado Rudolf von Sebottendorff, supuesto barón lle­gado de Turquía, publica en Alemania un libro de título muy llamativo: Antes de que Hitler llegase: Documentos de los primeros días del movimiento nacionalsocialis­ta. El ensayo tiene un éxito notable y en po­cos meses se publica una segunda edición. Sin embargo, la suerte sonríe durante poco tiempo a Sebottendorff. El régimen nazi, que ha ascendido al poder unos meses atrás, no está contento con el contenido de la obra, por lo que ésta es prohibida y su autor ence­rrado por la Gestapo en un campo de con­centración. Por suerte Sebottendorff logra escapar de su cautiverio gracias a sus antiguos contactos y, ya en 1934, consigue al­canzar territorio turco y ponerse a salvo.


¿Qué oscuros secretos revelaba el miste­rioso escritor para provocar la cólera de los jerarcas nazis? Pues, ni más ni menos que las relaciones entre una extraña sociedad secre­ta de tintes ocultistas, llamada Thule y el DAP, Partido Alemán de los Trabajadores, semilla del futuro NSDAP, el Partido Na­cional Socialista. El libro aseguraba, además, que buena parte de los postulados plantea­dos por el Führer en Mi lucha no eran suyos, sino que habían surgido en la época de la Sociedad Thule, fundada por el propio Se­bottendorff... Pero, ¿.quién era realmente este extraño personaje?

Sebottendorff nació en la región alemana de Silesia en 1875 aunque, en realidad, su ver­dadero nombre era Alfred Rudolf Glauer. Hijo de un ingeniero de ferrocarriles. Glauer demostró poseer desde joven un espíritu in­quieto y aventurero. Con sólo 22 años aban­donó su país natal y viajó hasta Egipto, don­de trabajó durante tres años. El país de los faraones no satisfizo sus ansias de conocer mundo, por lo que emprendió viaje de nue­vo, llegando esta vez hasta Turquía. Ya en Egipto, Glauer había mostrado in­terés por la teosofía y la masonería. Sin em­bargo, fue tras su llegada a Turquía cuando entró en contacto directo con otras doctrinas como la cabala v el sufismo, entrando a formar parte de la Orden sufí Bektashi. Al pa­recer, Glauer se relacionó con una familia ju­día de Estambul, y gracias a ella fue iniciado en una logia masónica del rito de Menphis, dependiente de Francia. Estas influencias dieron forma a una visión propia de la ma­sonería, en la que incluye elementos rosacruces, alquímicos y sufíes.

Es también durante su estancia en territo­rio turco cuando, en 1909, supuestamente, conoce al barón Heinrich von Sebottendorff, quien le habría «adoptado» y nombrado su heredero. De ahí que, a partir de entonces, se haga llamar por este nombre.

Durante este tiempo, y pese al lapsus que supone su participación en la Primera Gue­rra de los Balcanes (1912) Glauer sigue pro­fundizando en sus estudios esotéricos, lle­gando a afirmar que ha descubierto «la llave de la realización espiritual», mediante ejer­cicios de meditación. Al año siguiente Sebottendorff regresa a Alemania, y comien­za a estrechar lazos con grupos esotéricos germanos. Se anima, incluso, a aceptar dis­cípulos, aunque con escaso éxito, pues en 1916 tan sólo tiene un alumno. Sin embar­go, ese mismo año se produce un hecho de vital importancia, Sebottendorff entra en contacto con la Genncmenorden u Orden de los Germanos, un grupo ocultista de ideología racista y antisemita. Poco después Sebottendorff es nombrado líder de la «logia» bávara de la Orden, con sede en Munich y, el 17 de agosto de 1918, crea una nueva agrupación: la Titule Geseüeschqfi Sociedad Thule, un grupo cuyo objetivo público es el «estudio de la anti­güedad germánica». En realidad, se trata de una logia utilizada para encubrir algunas de las actividades político-revolucionarias de la Genncmenorden. Aquel día se lleva a ca­bo la iniciación de treinta miembros y la nueva sociedad da inicio a sus actividades, que incluyen reuniones, conferencias y ex­cursiones semanales.

El nombre de esta nueva sociedad tenía su origen en la mítica isla de Thule, un en­clave mencionado en algunos textos clási­cos, supuestamente situado en el Atlántico norte, y que los ariosofistas identificaban con Hiperbórea, el hogar primigenio de la raza aria. Las «doctrinas» esotéricas de Thule estaban imbuidas por las propias creencias de Sebottendorff, así como por la ideología de otros grupos ocultistas, como las tesis teosóficas de Blavatsky o las creencias de Guido van List y Liebenfels. Por otro la­do, la estructura de Thule, al igual que su­cedía con la Gennanenordtn, guardaba se­mejanzas con la de las logias masónicas. De hecho, en sus escritos sobre la masonería tur­ca, Sebottendorff relaciona el conocimiento de los constructores de catedrales, los alqui­mistas, los rosacruces y masones con el que poseyeron los antiguos arios. Algunos auto­res aseguran, por otra parte, que los miem­bros de Thule consideraban que la masone­ría «ortodoxa» estaba «envenenada» por el sionismo, por lo que buscaron su propia vía iniciática en las sociedades esotéricas islámi­cas, bien conocidas por Sebottendorff.

Ese mismo verano de 1918, Sebottendorff había comprado un pequeño periódico de Munich. El Mimchener Beobaduer, que trans­formó en el Münchener Beobachieruna Sponblüu en el que se mezclaban arengas políti­cas de corte antisemita y anticomunista con noticias deportivas sobre carreras de caba­llos. Algún tiempo después, este periódico se convertiría en el Vólkischer Beobachter: el pe­riódico del régimen nazi.

La Sociedad creada por Sebottendorff tuvo un éxito notable, especialmente en la región de Baviera, donde llegó a aglutinar a unos 1.500 miembros. 250 de ellos en Mu­nich. A pesar de sus «enseñanzas» de apa­riencia esotérica, los documentos de la épo­ca conservados indican que los miembros de Thule estaban más interesados en las actividades de corte po­lítico, centrando sus ob­jetivos en el ataque a judíos y comunistas. Todo parece indicar que durante las reuniones periódicas que se celebraban en el lujoso Hotel Vier Jahreszeiten (Las Cuatro Estaciones), de Munich, los miembros de la Or­den planearon acciones «revo­lucionarias», como la infiltración de espías entre las filas comunis­tas, la creación de un grupo paramilitar, el Kampflnind y, en espe­cial, la gestación de unos planes para secuestrar al líder de los comunistas, Kurt Eisner. El propio Sebottendorff se quejó más tarde de aquella situación, ase­gurando que sus intenciones iniciales eran las de crear una sociedad ocultista e iniciática, y que el enfoque político racista y antiizquierdista había surgido por presiones de la Germanenorden.

Resulta im­posible saber con certeza si tal afir­mación es cierta, pero a favor de Sebottendorff está el hecho de que estas afirmaciones las hizo cuando el régimen nazi ya estaba en el po­der, por lo que no ganaba nada -más bien todo lo contrario- negando su interés por tales asuntos. Estas acciones políticas tuvieron su punto culminante en abril de 1919  cuando,  supuestamente, miembros de Thule pretendieron llevar a cabo un ataque contra la República Soviética de Baviera. El día 26 de aquel mes, las autorida­des entraron en la sede de la so­ciedad, y detuvieron a su secretaria, la condesa Helia von Westarp.

Ese mismo día fueron arrestados otros cua­tro «hermanos» de Thule, y dos más unos días después. Aquellos siete miembros de la sociedad, acabarán siendo fusilados por las autoridades, acusados de haber partici­pado en la gestación de un golpe de estado. Aunque la ejecución de los llamados «re­henes de Thule» provocó una ola de odio anticomunista, también supuso la defenestra­ción de Sebottendorff como líder de la orden. Éste acusó en un primer momento a otro miembro de haber sido poco cuidado­so con los datos personales de los pertene­cientes a la sociedad, pero finalmente las sospechas y las acusaciones recaye­ron en el propio Sebottendorff, que se vio obligado a renunciar a su cargo y escapar de Alemania. Pero unos meses antes de que el barón abandonara el país, algunos de los miembros activos de Thule ha­bían dando un paso adelante en la polí­tica. Surgía así el DAP, el Partido Alemán de los Trabajadores. Ese partido, tan vinculado a Thule, era el mismo al que más tarde se afilió Adolf Hitler, y que terminaría convirtiéndose en el NSD AP, el Partido Na­cional Socialista Obrero Alemán...

Diversos autores han asegurado en sus trabajos que esta conexión en­tre el Partido Nazi y Thule era mu­cho más estrecha -lo que demostra­ría la existencia de un plan ocultista en el surgimiento y objetivos del na­zismo-, asegurando que el mismísi­mo Hitler había pertenecido a la Orden. Sin embargo, gracias a la documentación conservada sobre Thule hoy sabemos que el Führer no asistió ni una sola vez a sus reunio­nes. Si lo hicieron, por el contrario, otros personajes que años después ocuparían cargos destacados en el partido nazi, como Alfred Rosenberg, Dietnch Eckart o Rudolf Hess. Los dos primeros acudieron a algu­nas actividades, como conferencias, en calidad de gast (hermano visitante), mientras Hess si fué miembro de pleno de­recho. De todos modos, no sabemos si es­tos futuros líderes nazis acudían atraídos por el matiz político o por el ocultista que tenía la Orden. Sea como fuere, todo pare­ce indicar que Thule tenía poco de ocultis­ta a efectos prácticos. De hecho, las anota­ciones registradas por la secretaria de Sebottendorff, Johanna Herins, indican que, entre 1919 y 1925, tan sólo se realizaron dos charlas sobre temas esotéricos.

Tras abandonar Alemania, Sebottendorff re­gresó a Turquía. Allí continuó con sus inte­reses esotéricos, publicando un libro titula­do La práctica de la auténtica masonería turca: la clave para la comprensión de la alquimia y, algunos años después, en 1925 El talismán de los rosacruces. Sebottendorff permaneció en Estambul algún tiempo y, cuando creyó que las aguas habían vuelto a su cauce, en 1933 decidió regresar a su país natal para resucitar Thule, que había sido suprimida tras la llegada de los nazis al poder. Es entonces cuando publicó su Antes de que Hitler llega­se. Ya he explicado las nefastas conse­cuencias que tuvieron para él su publicación. Seguramente, lo que más molestó a Hitler y a la jerarquía nazi no fueron las menciones a la relación de su «movimiento» con Thule sino, con mayor probabilidad, la afirmación según la cual los postulados del Fiihrer no eran originales, sino ideas «prestadas» de la Sociedad creada por Sebottendorff.

Aunque resulta imposible demostrar es­te punto, lo cierto es que si revisamos el Miinchener Beobachter und Sportblatt (el dia­rio adquirido por Sebottendorff y más tarde convertido en el medio oficial del régimen nazi) encontramos datos muy sugerentes. En mayo de 1919, por ejemplo, el periódico publicó en sus páginas una lista de 12 pun­tos, que conformaban el programa de Thu­le, centrado en postulados antisemitas y an­ticomunistas. Curiosamente, tal y como han destacado algunos autores, estos objetivos políticos resultan sospechosamente similares a los 25 puntos del NSDAP que Hitler presentó al público en 1920...

Como ya he dicho, el barón tuvo que escapar nuevamente de su país, y regresó a otra vez a su segunda patria. Incomprensi­blemente, a pesar de ser un proscrito para el Tercer Reich, los datos que se poseen in­dican que Sebottendorff comenzó a actuar como miembro de la inteligencia alemana, aunque como agente doble, pues también lo hacía para los espías ingleses. Después, poco más sabemos sobre su persona. Algu­nas fuentes aseguran que se suicidó el 8 de mayo de 1945, aunque varios estudiosos creen que pudo tratarse de una farsa crea­da por los servicios de inteligencia turcos, para los que también trabajó. Al igual que su muerte, la vida de Rudolí Glauer, alias Sebottendorff, está llena de puntos oscuros, ¿Fue sólo un apasionado del ocultismo utilizado por las sociedades ariosóficas y antisemitas de la época para atraer nuevos simpatizantes? ¿Compartía estas ideologías racistas v radicales? ¿Realmente fue un inspirador de Hitler?

LA ORDEN DE LOS GERMANOS
La Germanenorden, sociedad secreta de la que surgió Thule, posee una historia no menos interesante. Sus Inicios hay que buscarlos en un si­niestro personaje llamado Theodor Fristsch, un escritor conocido por su visceral y activo antisemitismo y antimarxismo. Fritsch había fundado en 1902 una publicación, llamada Hammerf dedi­cada a la lucha contra los judíos. Los lectores de la publicación comenza­ron a organizarse en grupos locales, llamados Hammergemeíden, Final­mente, en 1912 Fritsch organizó un encuentro en la ciudad de Leipzig, donde surgieron dos grupos; el Reíchshammerbund y otro, de carácter secreto, la Cermanenorden (Orden de los Germanos), Esta fue liderada por Hermann Pohl (que al mismo tiempo actuó también como vicese­cretario del Reichshammerbuna).

Poco después, la Orden comenzó a publicar anuncios en la prensa dere­chista alemana, invitando a «hombres serios de carácter puro y sangre germana» a integrarse en una «logia germánica». Estas logias, como suce­dería más tarde con Thule, imitaban la estructura, organización y rituales de la masonería, a la que considera­ban «infiltrada» por los judíos. En 1916, ya en plena Primera Guerra Mundial, la orden sufre una escisión, Pohl fue retirado del cargo de diri­gente, por lo que decide crear una nueva sociedad secreta, llamada Orden Germana Walvater, que será a la que se incorpore Rudolf von Sebottendorff poco tiempo después, para dirigir la logia de Munich y la revista Runen. Meses después comenzarán a aparecer artículos de Sebottendorff sobre masonería en la prensa y, poco después, anuncios invitando a la población germana a unirse en la lucha contra los judíos y el igualitarismo, para lograr una «Alemania para los alemanes», De aquellos llamamientos en la prensa surgió Thule. El resto, es historia...