Este blog nace como recopilatorio de escritos de varios autores en los cuales se demuestra claramente que el Nazismo no solamente es una herramienta del Sistema Establecido, sino una nefasta religión racista fabricada por francmasones gnósticos/maniqueos con las raíces de la magia negra cabalista judía.
sábado, 18 de septiembre de 2010
LA UNIÓN EUROPEA: UN SUEÑO NAZI HECHO REALIDAD
Nos han vuelto a tratar de engañar. Siguen con la cantinela de que la unidad europea se ideó después de la II Guerra Mundial y no antes. Dicen que la unidad europea se edificó para superar el nacionalismo y evitar guerras intestinas; que el nazismo había sido una experiencia funesta para Europa y que Europa debía ser lo contrario del nazismo. Siguen tratando de hacernos creer que las naciones conducen al nacionalismo, el cual es perverso por sí mismo porque, a su vez, conduce a la guerra. Quieren hacernos creer que el proyecto de integración europea nació después de la II Guerra Mundial como antídoto contra las rivalidades nacionalistas internas. Aseguran que durante ese conflicto el chovinismo había alcanzado sus mayores cotas y los europeos comprendieron repentinamente que sus pequeños estados respectivos debían quedar unidos por instituciones supranacionales para que la guerra no volviera a causar estragos en el viejo continente.
Sin embargo, es falso que la idea original de la unificación europea sea posterior a la II Guerra Mundial; es falso que esa idea fuera concebida en oposición a la rivalidad imperialista anterior. Por el contrario, no solo los nazis, sino los fascistas y los colaboracionistas de muchos países europeos utilizaron el europeísmo para justificar la agresión. Los nazis, los vichystas, los fascistas italianos y muchos otros pasaron muchos años antes y durante la guerra elaborando sofisticados programas de integración política y económica de Europa...
El modelo alemán
A mediados del siglo XIX Alemania no existía como Estado unificado. Por tanto, cuando estalla la I Guerra Mundial apenas hacía 50 años que Alemania había entrado en el concierto de los Estados europeos con una sola voz. Fue una loca carrera en la que pasaron velozmente de un situación casi feudal al capitalismo monopolista más salvaje, y de los problemas de construcción interna de un Estado federal al trampolín del control de su propia zona de influencia en el exterior. De vértigo. Una vez edificado su propio país, los imperialistas alemanes creyeron que su modelo federal era válido también para su entorno económico. Se convencieron ellos a sí mismos y se esforzaron en con—vencer a los demás. Su federalismo nacional lo convirtieron en un federalismo internacional, o por lo menos europeo. Surgió el pangermanismo porque fuera de las fronteras aún quedaban alemanes por unificar, desde el Báltico hasta el Mar Negro. Esos países que aún quedaban fuera, las reliquias del Imperio austro-húngaro o del zarista, diezmado por la Revolución bolchevique de 1917, estaban muy atrasados con respecto a la locomotora alemana. Incorporarse a Alemania era como incoporarse al siglo XXI partiendo del siglo XVII. Es bien sabido que los imperialistas alemanes, siempre generosos, se declararon dispuestos a compartir con los demás sus conquistas y sus progresos, antes y después de 1933.
Incluso sus planes de integración europea aseguraban que mantendrían intacta la soberanía nacional de los estados miembros de Europa. No se trataba de una incorporación sino de una integración. No podían presentar sus planes al exterior como una expansión imperialista sino como una integración europea. En la futura Europa nazi no habría amos ni siervos sino socios. Eso es lo que dijo su propaganda durante toda la II Guerra Mundial, consagrando enormes esfuerzos a convencer al resto de Europa de que los progresos económicos alemanes, la infraestructura de transporte y la economía en general eran mucho mejores que en el resto de Europa y que, en consecuencia, Europa debía integrarse según el modelo alemán. Más que los alemanes eran los propios europeos los que debían estar interesados en esa integración. El plan de Hitler de establecer una sola entidad política en toda Europa, su necesidad de buscar respaldo en los propios países ocupados, y muchos elementos centrales de la filosofía nazi, todo ello formaba parte de su pensamiento europeísta.
Los proyectos elaborados por los nazis proclamaban que los estados miembros de la futura Confederación Europea tenían que asegurar que en su territorio no se cometieran actos incompatibles con la solidaridad europea y las obligaciones europeas. En 1943 en una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea, Cecile von Renthe-Fink, que ocupaba el rango diplomático de ministro con Hitler, sostenía que las naciones europeas tenían un desarrollo común; decía que Alemania deseaba unir a Europa sobre una base federal; proclamaba que no había intención de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países: "Lo único que se requiere de los estados europeos es que sean miembros leales y proeuropeos de la comunidad y colaboren voluntariamente en sus tareas [...] El objeto de la cooperación europea será promover la paz, la seguridad y el bienestar de todos los estados europeos y su población". No se trataba de que un estado o grupo de estados dominara a otros sino de que se establecería una relación de alianza y lealtad mutua en vez de los métodos imperiales de la era anterior. En un tono similar, Werner Daitz declaraba que Europa no se puede administrar de forma centralizada: "se debe conducir de modo descentralizado".
Una versión avanzada del plan nazi sobre la futura Confederación Europea volvían sobre el tema del federalismo con la esperanza de encontrar así una solución a la rivalidad entre las potencias imperialistas europeas. Argumentaban que el problema europeo era que una multiplicidad de pueblos tenía que vivir en una superficie relativamente reducida en una combinación de unidad e independencia:
Su unidad debe ser tan firme como para que nunca más pueda haber guerra entre ellos y los intereses externos de Europa se puedan salvaguardar en su conjunto. Al mismo tiempo, los estados europeos deben conservar su libertad e independencia, para actuar de acuerdo con sus diferentes situaciones y misiones nacionales y cumplir su función particular dentro del marco más amplio, en un espíritu alegre y creativo. La fuerza y la seguridad de Europa no dependen de la subordinación impuesta o exigida por una potencia europea a la otra, sino de la unión de todos. El problema europeo solo se puede resolver sobre una base federal por la cual los estados europeos resuelvan por libre voluntad, basados en un reconocimiento de esta necesidad, unirse en una comunidad de estados soberanos. Esta comunidad se puede designar confederación europea.
Hasta la hoy famosa y fracasada Constitución Europea es una iniciativa de los nazis. El borrador nazi de Constitución para la Nueva Europa proclamaba el derecho de cada país a organizar su vida nacional como considere adecuado, siempre que respete sus obligaciones hacia la comunidad europea. Otros documentos repetían la misma idea. La actual guerra es también una guerra por la unidad y libertad de Europa, escribió Renthe-Fink:
"Sus objetivos son crear y garantizar una paz duradera para los países europeos [...] eliminar las causas de las guerras europeas, sobre todo el sistema de equilibrio de poder [...] superar el particularismo europeo mediante la cooperación libre y pacífica entre los pueblos europeos. La lealtad a Europa no significa sujeción sino cooperación franca basada en igualdad de derechos. Cada pueblo europeo debe participar a su manera en la nueva Europa. El único requerimiento es que los estados europeos sean francamente leales a Europa, de la cual son miembros".Finalmente, Renthe-Fink añadía: "Cada estado continental debe permanecer consciente de su responsabilidad hacia la Comunidad Económica Europea". El autor de los proyectos hitlerianos sostenía que no deseaba una burocracia supranacional, ni siquiera un sistema de conferencias intergubernamentales. Cualquier pretensión supranacional podía generar sospechas hacia las ambiciones imperialistas alemanas.
El europeísmo nazi
El europeísmo es, pues, un invento nazi; ellos fueron los primeros en elaborar planes (económicos y políticos) de integración europea. Si extractáramos algunos discursos de la época de Hitler, Goebbels, Ribbentrop y otros dirigentes nazis sin mencionar la fuente, muchos pensarían que son actuales y que se trata de parlamentarios de la eurocámara.
Mucho antes de llegar al poder, en 1932, el dirigente nazi Alfred Rosenberg ya asistió a un congreso de Europa en Roma. Luego Hitler y todos sus portavoces hicieron frecuentes referencias a Europa durante su época de dominación terrorista, incluso antes de la guerra. Hay varias compilaciones, entre ellas un libro profusamente ilustrado, titulado simplemente Europa, cuya introducción escribió Ribbentrop. En 1937, por ejemplo, declaró en el mitin del partido nazi en Nuremberg que quizá estemos más interesados en Europa de lo que otros países necesitan estarlo. Nuestro país, nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra economía han surgido de condiciones europeas generales. En consecuencia, debemos ser enemigos de cualquier intento de introducir elementos de discordia y destrucción en esta familia europea de pueblos.
Poco después, en 1938, Rudolf Hess organizó una presentación en el Congreso del partido Nazi, llamada La lucha por el destino de Europa en el Este, que explicaba por qué la colonización alemana de Rusia llevaría la civilización europea a los bárbaros eslavos.
En 1940 Joseph Goebbels dijo: "Estoy convencido de que dentro de cincuenta años la gente ya no pensará en términos de países". El jefe nazi de propaganda creía que el federalismo alemán podía ser un modelo para Europa porque la absorción de los estados alemanes por parte del imperio alemán había funcionado. Así los estados europeos se podían integrar armónicamente sin atentar contra su identidad: "Si nosotros, con nuestra perspectiva de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones, tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o cultural de, por ejemplo, el pueblo checo".
Los lacayos europeos de los nazis también aceptaban que Alemania era un modelo: Vidkun Quisling declaró que la Confederación Alemana podía servir como modelo para la cooperación con otros estados europeos. Goebbels aseguraba que "nunca hemos tenido la intención de imponer por la fuerza este nuevo orden o reorganización de Europa. De ningún modo debéis pensar que cuando los alemanes traemos un nuevo orden a Europa lo hacemos con el propósito de sofocar a otros pueblos". Se explayaba sobre el carácter realista de la integración europea: "A mi juicio la concepción que una nación tiene respecto de su propia libertad se debe armonizar con los hechos actuales y las simples cuestiones de eficiencia y propósito. Así como ningún miembro de una familia tiene derecho a turbar la paz por motivos egoístas, no se puede permitir que ninguna nación europea se interponga en el camino de un proceso general de organización".