viernes, 6 de mayo de 2011

OTRO JUDÍO FILO-NAZI


LA VIL HISTORIA DEL JUDÍO FILO-NAZI DANIEL BURROS

No hacía más que darle vueltas al sombrero, con las dos manos un poco temblorosas, y mirar asustado a través de los anteojos caídos sobre la nariz. De vez en cuando, su mujer le arreglaba el nudo de la corbata, se secaba las lágrimas. George Burros, de 71 años, y Esther Sunshine de Burros, de 62 años, nunca supusieron que habrían de enfrentar a ésa nube de periodistas, menos aún, que iba a viajar desde su casita en el populoso Bronx neoyorquino hasta Reading (Pennsylvania), para reclamar los despojos de su único hijo.

De eso modo, ellos también protagonizaron una noticia que estremeció a los Estados Unidos la semana pasada. El domingo 31 de octubre, el matutino The New York Times publicó la biografía de Daniel Burros, en las páginas primera y 85, bajo el título "Líder estatal del Klan oculta el secreto de su origen judío". El mismo domingo, a la tarde, Daniel Burros, de 28 años, se mató en Reading, con una pistola 32, luego de leer el artículo del Times. Es que Daniel Burros alcanzó la fama — una fama deleznable— predicando la necesidad de exterminar a los judíos.

Once días antes, en el comité de actividades antinorteamericanas de la Cámara de Representantes —que trata, sin éxito, de condenar a los cabecillas del Ku Klux Klan—, Burros fue identificado como el máximo directivo de la secta en el estado de Nueva York, el Gran Dragón según la terminología del KKK. Era, además, King Kleagle (organizador en jefe), un cargo importante dentro de la jerarquía nacional, y una tarjeta plastificada que guardaba en la billetera lo acreditaba como "agente especial del Imperio Invisible". Pero los 28 años de Burros acumulaban aventuras que la frialdad de esos títulos no traduce.

De secta en secta

Detrás de ellas se lanzó McCandlish. Phillips, del Times, cuando una organización judía lo puso en la pista del increíble secreto de Burros. Con paciencia, reconstruyó el fragmento de pasado que el mofletudo agitador pugnaba por enterrar para siempre. Sólo le faltaba una pieza: el propio Burros. Lo encontró, finalmente, en una peluquería del distrito neoyorquino de Queens, la mañana del viernes 29. Treinta y seis horas más tarde, las rotativas prologaron el drama.

El 31 de mayo de 1936, el cantor Bernard Kalenberg casó, de acuerdo con el rito judío, a George Burros y Esther Sunshine, oriundos de Rusia, en su local de la Prospect Avenue, en el Bronx: la ceremonia costó 15 dólares. El 5 de marzo de 1937 nació Daniel, el mismo que dos décadas y media después defendería el genocidio como el mejor sistema para acabar con el "problema" de los hebreos y de los negros.

En 1940, recibió el bar mitzvah (confirmación) en la sinagoga de ladrillos rojos que se levanta en la calle 14, cerca de la avenida 107, también en Queens, su instructor religioso, Moses Skaist, muerto dos años atrás, lo recordaba como un "alumno-estrella". Lo mismo informan los registros de las escuelas primaria y secundarias a las que asistió Daniel Burros: altas calificaciones, premios y medallas.

Hacia 1957 respondió a un cuestionario señalando que su sueño era estudiar en la academia militar de West Point. No consiguió ingresar y se enroló en el Ejército: desde agosto de 1955 hasta marzo de 1958 actuó como paracaidista. Al abandonar las filas, tenía elegido su camino.

"Ya de chico me interesaba la derecha —se vanaglorió ante Phillips—. Me molestaban mis compañeros izquierdistas." Pero fue "un profesor de historia, un irlandés brillante y maccarthista" ".quién cristalizó en él la vocación por el extremismo. Así comenzó a cartearse con núcleos nazis de Alemania, aprendió el alemán y se autodefinió como "revisionista": Hitler, estimó Burros, era un "incomprendido".

No obstante, fue su paso por el Ejército el hecho decisivo: el joven cabo de la 101 división aerotransportada desembarcó en Little Rock (1957) a las órdenes del general Edwin Walker, para intervenir en los sangrientos desbordes raciales. "Allí pude comprobar que los Estados Unidos se estaban transformando en un país policial e izquierdista. ¡Los soldados atemorizaban con sus bayonetas a tantas buenas muchachas blancas!" Descubrió en Walker a "un predestinado" y resolvió luchar para que dominaran el mundo "los hombres rubios, de ojos azules".

Al poco tiempo de expandir estas ideas eh el cuartel, Burros era dado de baja, si bien "en honorables condiciones". Pese a todo, había sido un soldado meritorio, de foja impecable. Retornó a Queens y durante 18 meses trabajó en la biblioteca pública; a continuación, se empleó en la Cámara de Comercio de Arlington, Virginia, por 300 dólares al mes. Pero lo despidieron por "infracciones disciplinarias", entre ellas, piquetear el edificio con carteles nazis. Es que en Arlington se halla la sede del Partido Nazi de USA, una agrupación comandada por George Lincoln Rowell, en la cual Burros llegó a secretario nacional. Posteriormente se desafilió: "Cansado de ser ayudante de un führer, quiso ser el führer de sí mismo", explicó un conocedor de la derecha.

Como miembro del Partido Nazi (una de las cuatro entidades fascistas a las que perteneció), Burros sufrió cuatro procesos en Washington, por pintar esvásticas, peleas callejeras y uso de lenguaje subversivo. Otra vez instalado en Nueva York, adhirió al Partido del Renacimiento Nacional, que dirige James H. Madole, y pronto ascendió al grado de comandante en el "Cuerpo de Seguridad", fuerza de choque uniformada con camisa parda. En julio de 1964, Burros y Madole fueron sentenciados a dos años de cárcel por provocar desórdenes, portar armas y circular literatura subversiva. Un abogado diestro, John D. Graves, apeló: en agosto, la pena quedó en suspenso.

Al salir de la cárcel, Burros —antiguo creyente del odinismo, secta nórdica que preconiza la supremacía blanca— volvió al Partido Nazi y se convirtió en publicista: editó 6 números de un periódico llamado The free American (El norteamericano libre), al que subtituló: "Órgano de Batalla del Fascismo Racial". La quinta entrega, mayo de 1965, dedicada al "Cumpleaños de Hitler", calificaba al verdugo de "líder sagrado". Burros, un apreciable dibujante, adornaba su diario con esvásticas y rayos. Un amigo describió su fervor de esta manera: "Daniel llevaba una vida de ciencia-ficción". Se refería a su manía por las ropas militares, a su obsesión por "derrocar a la democracia", su presencia en tumultos y motines, su virulenta prédica racista.
"Esto es lo que me gusta, el peligro, todo lo que sea excitante", confirmó Burros al articulista de Times. Y proclamó su esperanza de que una futura purga de judíos en "un país salvaje" coma los Estados Unidos excediera en ferocidad a las practicadas por una "comunidad culta" como la Alemania de Hitler.

Phillips lo desmoronó al recordarle su origen, "Su semblante —narra el periodista— se alteró. «Tendré que desquitarme, ¿entiende? —dijo con firmeza—, si usted publica eso, lo buscaré y lo mataré. No me importa lo que ocurra después»". Pero el miedo había entrado a saco en él, y para espantarlo, Burros se refugió en la casa que Roy E. Frankhouser, Gran Dragón de Pennsylvania, ocupa en Reading. Él, Frank W. Rotella (jefe del KKK en Nueva Jersey), y Regina Kupissewski, amiga de Frankhouser, fueron testigos del suicidio de Burros: un tiro en el pecho, otro —el fatal— en la sien, "El domingo entró con un ejemplar del Times, furioso, desencajado. «Me voy a matar», nos anunció. No le creímos." "Esta es mi vida, lo único que poseo", había jurado Burros al reportero, al hablar de sus actividades extremistas. Una vez difundido su secreto, se sintió perdido: el Klan y los grupos fascistas en los cuales militaba, lo expulsarían. Por lo tanto, "su" vida terminaba; más valía, debió de pensar, terminarla también físicamente. Al menos, el suicidio quizá dotara a su nombre de un toque heroico, de mártir.
Un vocero del Partido Nazi declaró: "Era más antisemita que ninguno de nosotros. Al salir lo del Times le suspendimos la afiliación porque nos mintió. Si nos hubiera confesado desde el principio que era judío, igual lo habríamos aceptado. Pero no podemos tolerar mentiras".
En la morgue de Reading, George y Esther Burros fueron los más acongojados, confundidos herederos de la pesadilla. Luego de un año sin verlo, sin saber casi nada de Daniel, sólo tenían derecho a su cadáver.

FUENTE: http://www.magicasruinas.com.ar/revistero/internacional/internacional-secreto-daniel-burros-klan.htm